sábado, 13 de diciembre de 2008

Mercedes Suárez con guarnición de champignones

Me robé este cuento de un blog.. me parecio muy muy chevere..

Mercedes Suárez, que ya tenía cincuenta años, tuvo muchos amantes y una inmensa fortuna por herencia; quiso dar una fiesta, pero le llevó una año y casi todo su dinero concretarla. Convocó a gente para que organizara y para que rastreara el paradero de todos los que habían sido sus amores. Por supuesto que le salió más caro el que vivía en París, y un poco menos el de Chile, y menos todavía el de Uruguay y los de ahí mismo, los de Buenos Aires.
A cada uno le correspondió un disfraz, según lo que ella, Mecha –algunos todavía la llamaban así, y también Merce, Merceditas, hasta “Nena”-, consideraba que habían representado, profundamente, allá en su corazón. Y supervisó por sí misma la confección de los disfraces.
Hubo un rey con su reina, un prestidigitador, un lobo, un gato, un búho, una frazada, un biberón, un pescado, una burbuja, un sapo que tenía que convertirse en príncipe cuando ella lo besara, un gigante y un vulgar antihéroe –que no le gustó a Mechi, porque se asemejaba a Woody Allen.
También pidió a los organizadores que le trajeran a un muchacho muy pobre y muy hermoso, desconocido, para que, ornado con harapos, espiara desde el jardín con la nariz pegada al ventanal. Una cuadrilla de cocineros y mucamos trabajó una semana en la mansión.
El rey y la reina llegaron antes que los demás invitados. Ambos hombres fueron, a dúo, amantes de Mercedes, y terminaron huyendo juntos en pareja. Mecha se había vestido de Mercedes, pero más adornada. Su ropa interior era de seda fucsia; la exterior, negra brillante, y tres o cuatro plumas a modo de broche.
Al sentarse a la mesa, el gigante descubrió que no sabía cómo hacerlo con zancos, y se extendió en la alfombra de la sala (le llevaron bocados y bebidas), y cuando a Merce le tocó besar al sapo, el mecanismo del disfraz, tan trabajosamente diseñado que resultó el más costoso, aún más que el de los reyes que tenían coronas de oro auténtico, no funcionaba bien, así que la figura final fue muy grotesca, un híbrido príncipe-sapo insoportable, aunque Mecha advirtió más tarde que era el símbolo correcto de lo que había sido ese amor. El antihéroe estuvo encantador derramando comida y rompiendo las copas para luego pedir disculpas con notable aptitud; el lobo, muy voraz, deglutiendo los bocados más crudos; el gato, atrevidísimo, subiéndose a la falda de Mercedes que soportaba al búho en su hombro izquierdo; la burbuja empapando los tapices y cuadros y aflojando el papel de las paredes, unida al biberón; el pescado, oliendo a podrido y a mar; la frazada tapándole la cara a la dueña de casa en cuanta ocasión se le ofrecía; el rey y la reina haciéndose arrumacos.
Fue un fracaso total. Finalmente, Mercedes Suárez no pudo decidir cuál había sido el mejor de sus amantes, aunque fuera por dar con su papel, y mucho menos aclarar para sí misma de cuál de ellos había estado en serio enamorada. Mucho antes de que la fiesta debiera concluir pagó a cada uno la generosa suma que habían acordado, y todos regresaron a su casa a pie, en coche o en avión.
Sólo quedó el muchacho vestido de mendigo mirando tristemente la mesa con manjares, muerto de frío, sin despegar la bellísima nariz del helado cristal. Mercedes lo advirtió: ella se había sentado en un sofá, junto a la chimenea, con extremo despecho. Pero salió a buscarlo porque se sentía seductora a pesar del revés de su destino, con la robe manteau negra con plumas y la bombacha fucsia aunque invisible.
“¿Cuál es tu nombre?”, le preguntó con una almibarada y madura expresión.
“Pepe”, contestó el muchacho con cautela.
“Pepe, ¿te gusto? –dijo Mercedes, entre patronal y dulcemente.
“No -respondió el muchacho, pero sin despegarse del vidrio porque creía que si dejaba por un momento su tarea, antes de que se lo ordenaran, le pagarían menos o dejarían de pagarle, él conocía a los ricos- es demasiado vieja para mí.” Y continuó mirando para adentro no sólo por completar su labor sino porque se le iban los ojos sobre las lujuriosas sobras de la mesa.
La señora Suárez le pidió que entrara en la sala y él entró. Le dijo que se sentara junto al fuego y él lo hizo, y le acercó una copa que bebió agradecido, mientras accedía a esperar allí por un momento.
Ella subió a su cuarto y se sacó el vestido y con algo de pena –o incertidumbre- la ropa interior, y se acostó sobre la imponente cama de dos plazas y media al tiempo que tocaba el timbre para llamar a su doncella, que apareció enseguida. Le dijo algo y Juanita asintió; estaba acostumbrada a las extravagancias, así que trajo toda la comida que había quedado sin tocar y la fue colocando artesanalmente sobre la anatomía de su patrona. La rodeó entera con guarnición de champiñones y puso el cremoso postre entre sus piernas. “¡Y que suba el muchacho!”, exclamó Merceditas.
Juana condujo a Pepe, lo hizo entrar, cerró la puerta y se quedó escuchando tras ella el ruido de ávidos maxilares entremezclado con suspiros suaves, y no escuchó nada más por un rato.
Juanita analizó que la lengua, aun la más golosa, produce sólo un chasquido imperceptible cuando lame la crema chantilly. “Sólo los ángeles parecidos a él podrían escucharlo”, pensó, y se quedó tranquila, feliz de constatar la dicha de su patrona que había gastado tanto y que además le había metido en el bolsillo algún dinero, como agradecimiento. ¿Cuánto sería?
Juanita lo contó y calculó que le alcanzaba para comprarse un conjunto de ropa interior fucsia. Pero se ensombreció al escuchar una voz -femenina- suplicante. Hubo un silencio y después la voz del ángel Pepe, sin suplicar ni dar excusas, imperativamente, dijo: “No me gusta la crema”, con obstinado fervor adolescente.

jueves, 11 de diciembre de 2008

INGRATA PÉRJIDA


Recién estaba escuchando una canción de las q alguna vez mi abue me recomendó.. una d las grandes herencias de mi cultura.. jajajaja es demasiado buena.. muy chistosa..

INGRATA PÉRJIDA

Ingrata pérjida,
romántica insoluta,
tú me estrujates
todito el corazón.

Y yo benévolo
hablábate de amores
y deciáte
mi anémica pasión.

Burlábates todita
de mi ánimo extasiado
andábates creyendo
que iríame yo a matar.

Pero fallóte
y ecuánime reprocho
tu intrínsico deseo
que indúceme a olvidar

Salgá lo que salgare
ahora te involucro
en las sucias maniobrias
que usates para mí.

Ingrata méndiga
palabras no son obras
ahora tú me sobras
y yo te falto a ti.

Autor: Salvador Chava Flores

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Navidad Adelantada

Mi sr padre todo lindo.. me ha regalado una "lactoc" x Navida' y yo.... casi me muero.. estuve a punto d llorar.. no se si lo hizo xq ya mismo extiendo alas y me voy o para q no me vaya.. en todo caso.. toy FELIZ!!! cono una lombriz sin nariz!! jaja..

Eso básicament.. jaja